(contraportada) Alejandría es una ciudad que fascina, y motivos tiene para ello, pues su celebre faro rivaliza con su biblioteca... Cuatro siglos a.C., Alejandro Magno la fundó como una colonia; pero fue su lugarteniente Ptolomeo, el responsable del desarrollo de esta magnífica ciudad, crisol de una nueva civilización en la que se entremezclaban Oriente y Occidente. Ptolomeo, un oficial al que en principio nada destinaba a convertirse en monarca, vio su vida completamente transformada por la herencia de Alejandro. Al regresar de esta epopeya que fueron las conquistas del rey macedonio, se convirtió en el primer faraón de la última de las dinastías egipcias. Durante los treinta años de su turbulento y fabuloso reinado, consolidó el Egipto de milenario pasado frente a sus rivales extranjeros; pero también regeneró un valle del Nilo en decadencia. Construyó un imperio en el Nilo y en el mar, realizando conquistas en todos los frentes; encontró una reina a su medida y desafió al tiempo legando a sus sucesores el mayor imperio que el Egipto de los faraones haya conocido jamás. Ptolomeo fue el salvador de Egipto, el restaurador de los templos... De esta vida, digna de una novela, es de lo que trata la presente obra, en donde se mezclan las batallas y la génesis de la civilización helenística en Alejandría, con las alegrías y los sufrimientos de un hombre enfrentado a las tragedias de su propia dinastía. Por encima de la figura de Ptolomeo, el autor nos invita a descubrir la prodigiosa Alejandría, una civilización que legará a la historia el recuerdo del Egipto antiguo.
