Todo viaje es iniciático, decía Roland Barthes. Todo viaje es una puesta a prueba del individuo que se busca entre lo exótico, una búsqueda de lo que el viajero no conoce de sí mismo en contraste con lo extraño.
Turbio y hosco día de otoño fue el 17 de noviembre de 1887 en Venecia; vanamente aquellos palacios y lóbregos canales esperaron los rayos del sol que todo lo abrillantan: el astro tan sólo rompía de cuando en cuando las nubes para enviar un fugaz destello a juguetear con las doradas cimas de San Marcos e, así se inicia <Viaje por el Nilo>. Y así partiendo de Venecia, Gonzenbach, uno de los mayores conocedores -según cita Hesse- del mundo oriental inicia un viaje típico que le llevará a una región arquetípica, el Nilo.